3 de junio de 2011

Mi vecinita


Nunca estuve enamorado de Shirley. Me gustaba, sí, y mucho. Sobre todo cuando aparecía en unos shorts jeans recontra chiquitos que dejaban libres sus muslos firmes y gruesos, quizá demasiado gruesos para una muchachita de quince años. Ojitos orientales, acaramelados. Labios carnosos como un melocotón maduro, boquita a medio cerrar donde apenas se asomaban los incisivos centrales. Sexy. Y sus politos AXXS (azulitos y amarillitos en su mayoría) que a pesar de ser notablemente holgados no podían cumplir la ominosa tarea de disimular esos pechos enormes que regían su delantera, que imponían ese típico respeto de aquí mando yo, carajo, o más bien: nosotras dos, y punto. Y ya sabían las demás, las otras chicas del barrio –pobres y desdichadas féminas– que para no terminar de pasar inadvertidas estaban obligadas a hacerse cofrades de mi vecinita, al fin y al cabo, Shirley era naturalmente y por naturaleza –que no es lo mismo– nuestra miss pechonalidad y ellas aspiraban más bien a una cirugía en el futuro. Así se hicieron de una manchita de chicas que se reunían todas las noches en el balcón de Shirley. A conversar, claro. A reírse, también. Ignorábamos de qué o de quién y francamente nos tenía sin cuidado con tal que Shirley sea feliz y siga haciendo vibrar, entre carcajada y carcajada, sus entrañables y redondeadas gemelas que invadieron inconfesables noches de ensueños. Ríete, Shirley, cuando estés conmigo.
Yo gozaba de una ventaja respecto a los demás chicos: era el vecino next to her. Por eso, ni corto ni perezoso, le saqué el máximo provecho al asunto motivado por retorcidos pensamientos que hoy hasta me avergüenzan un poco. Recuerdo que estudiaba las paredes, los techos, las esquinas más recónditas de la casa, los lugares más asequibles para acceder visualmente a la suya, metro a metro, buscando los puntos flojos y secretos donde podían ubicarse mis pupilas dilatadas por la excitación y la adrenalina, donde daba rienda suelta a mis apetitos lujuriosos. Reclamos entendibles de la libido. El primer orgasmo individual y sin duda el más lamentable tuvo lugar frente a una ventanita mal cerrada donde apenas divisaba a Shirley o su madre –imposible precisar– en topless. Descargué mi derrota sobre el suelo, como Onán. Mi vida entera por volver verte vecinita, solo por verte. Me convertí sin saberlo todavía en una suerte de voyerista itinerante pero triste. Triste. En eso nomás dediqué dos años de mi vida (en acumular tristezas), de una adolescencia solitaria, hasta que nuestras casas un día tomaron distintas formas y mis trabajos de espionaje cesaron. Santo remedio. Afortunadamente encontré un refugio en la lectura, un placer acaso comparable al sexo solitario. Con el tiempo ya sólo veía de vez en cuando a Shirley llegando uniformada de un instituto de secretariado de Miraflores donde empezó a estudiar no bien terminó la secundaria. Y yo, además de leer, comencé a escribir.

Después de varios años he vuelto a la casa de mis padres. Tengo pensado vivir aquí por una temporada no mayor de seis meses mientras escribo una novela corta. Ya voy tres. En ningún momento –y eso que paso todos los días por su casa– apareció Shirley en mi mente en la intensidad y el desasosiego de hoy, miércoles, que proso (por llamarlo de alguna manera a esto que escribo).
Hace dos semanas que vengo escuchado algunos chismes sin confirmar acerca de mi vecinita. Pero no pude verla sino hasta anteayer. Apareció en su balcón con unas tetas tristes. Además, ella misma estaba flácida de cuerpo entero, como una nalga vieja y enorme. Mentiría si dijera que no la reconocí, era ella. Enorme, sí, pero no podía ser otra persona. Yo te conservo fresca como la mañana, vecinita, en mi cabezota. De pronto me miró a los ojos por encima de sus anteojos, inescrutable. Para mi propia sorpresa: titubeé, como cuando hace varios años me descubrió husmeando desde la azotea a su habitación y ella acababa de recostarse con su pijama de tiritas que rozaban con las justas sus muslos. Estiré mis labios intentando hacer una mueca parecida a una sonrisa. Una sonrisa espantosa. Sin embargo, Shirley dejó de mirarme sin chistar, como quien miró a un perro cagar y listo, nada más que ver. O como si yo no hubiese estado ahí. ¡Eso es!, nunca estuve en ningún lado, y menos para ella. La mujeraza del balcón se acomodó los anteojos que en otro tiempo me hicieron fantasearla con su minifalda negra de secretaria obsequiosa con el jefe de turno. A ver si me recoges el lapicero, muñequita. No, no te olvides de cruzar la piernas al sentarte. ¿Y si las abres mejor?
Hoy que la volví a ver confirmé el rumor del barrio entero. Mi vecinita no sólo está embarazada, ha engordado notablemente; pero yo la sigo encontrando linda y hasta siento que la quiero tantito más que ayer. Ojitos orientales, ojazos naturales. Madrecita naturaleza, mamacita rica de indecorosos bustos.

Lima, 2011

23 comentarios:

  1. jajaa... asu... son cositas...

    ResponderEliminar
  2. La vecinita, todos hemos tenido alguna experiencia con las vecinas.

    ResponderEliminar
  3. Salud por ellas aunque mal paguen.

    ResponderEliminar
  4. si pues, nos dejan recuerdos inolvidables las vecinas fuertes.

    ResponderEliminar
  5. :D xevere lo q escribes amioo

    ResponderEliminar
  6. jajaja... q buena...

    ResponderEliminar
  7. si pue los vecinos siempre nos desdean... jijij

    ResponderEliminar
  8. alguinas sensaciones en la vida son algo complejas de reconocer... sabes que noe es amor, pero no puedes porecidsar que es porque no simplemente... y todos hemos tenido una adolescencia diferente y particular.
    bien escrito!

    ResponderEliminar
  9. Loco... el despertar sexual conocido como la libido..... genial, buen relat para describir una particularidad de un proceso general.

    ResponderEliminar
  10. me has hecho imaginamre a la chicaaaa.... uyyyyy... pucha mejor que ameriacan pie xD

    ResponderEliminar
  11. Hola me llamo Raquel y ya te sigo como "fonterreal". Por cierto interesante realeto.Igualmente te invito a mi blog http://elarcangeldeluz.blogspot.com. Un cordial saludo.

    ResponderEliminar
  12. Derrochas talento al escribir... felicidades

    ResponderEliminar
  13. Encantado de leerte... me gusta como naras y la manera como vas p`resentando la historia. espero poder leer un loibro tuyo.

    ResponderEliminar
  14. Anthony, gracias por hacerme revivir con cada relato.
    Abrazos.

    ResponderEliminar
  15. Me encanto, simplemente.

    ResponderEliminar
  16. la vecina es de la foto voyerista?

    ResponderEliminar
  17. jajaja..... mi escritor favorito. te leo siempre. te escribo al fb.

    ResponderEliminar
  18. deberias haberlo titulado: la vecinita cachonda

    ResponderEliminar
  19. bien ah!!! interesante pero la fotooo!!! wiuuuuuu parece un Travestiii!!!! Upsssss!!!

    ResponderEliminar