–¡No mires la tele de tan cerca! –irrumpo de pronto en la habitación y el cuerpecito de Mónica da un salto.
No quise asustarla…
–¿Por qué? –me pregunta sin volverse hacia mí.
–Se te van a secar los ojos.
–¿Y ya no voy a llorar? –vuelve a preguntar mi hermana sin deslizar su cuello a un costado, siquiera.
–¿Cómo? ¿Qué dices?
–Si se me secan los ojos, ya no voy a llorar, digo –razona–. Eso nomás.
–¡Aléjate de la televisión o lo apago!
–Ya.
Le pesa el cuerpo, se nota, aunque no es obesa ni alta. Es flaca, muy flaca. Incluso cuando se saca el polo puedo verle las vértebras que sobresalen como una cordillera de carne.
–¿Eres cabro, Pedro?
–¡Qué hablas!
–Si eres cabro, te pregunté.
–¿Por qué?
–Ayer la Yola me dijo que su hermano es cabro porque para con puras chicas, no se le conoce amigos hombres... Y la otra vez te vi conversando con las chicas del costado.
–No soy cabro. Y Gerson tampoco, creo.
–Ah ya.
–¿Qué más te dice Yola?
–Nada más. Sólo eso.
–A partir de hoy, vas a ver a Yola sólo los fines de semana, ¿entendiste?
Pero Mónica no me responde; no bien volvió a acomodarse, la televisión acaparó su atención. Me echo a su lado y nos tapamos con una manta de colores que la abuela Elsa nos regaló cuando vino de Jauja. A mí, además, me trajo un pellejo de carnero para ponerlo debajo de mis pies para cuando me siente a escribir.
–Tengo hambre.
–Hambre, hambre, hambre… Siempre tienes hambre –la rezongo.
Los ojos de mi hermana no tardan en mojarse y yo presiento que sus lágrimas desbordarán en cualquier momento. Y lo hacen: caen dos gotas que le deforman la cara. Llora secándose los ojos rápidamente, para no armar un escándalo.
–No llores.
–Una galleta, pero que no sea Soda ni Vainilla.
Me levanto de la cama lentamente, pugnaba por vencer mi flojera, mi eterna necesidad de descansar. Mónica ha dejado de llorar y ahora está sonriendo. Sonriéndole a la televisión, claro. A mí nunca me sonríe, conmigo siempre se queja, siempre llora, como si yo fuera la razón de sus melancolías.
No quise asustarla…
–¿Por qué? –me pregunta sin volverse hacia mí.
–Se te van a secar los ojos.
–¿Y ya no voy a llorar? –vuelve a preguntar mi hermana sin deslizar su cuello a un costado, siquiera.
–¿Cómo? ¿Qué dices?
–Si se me secan los ojos, ya no voy a llorar, digo –razona–. Eso nomás.
–¡Aléjate de la televisión o lo apago!
–Ya.
Le pesa el cuerpo, se nota, aunque no es obesa ni alta. Es flaca, muy flaca. Incluso cuando se saca el polo puedo verle las vértebras que sobresalen como una cordillera de carne.
–¿Eres cabro, Pedro?
–¡Qué hablas!
–Si eres cabro, te pregunté.
–¿Por qué?
–Ayer la Yola me dijo que su hermano es cabro porque para con puras chicas, no se le conoce amigos hombres... Y la otra vez te vi conversando con las chicas del costado.
–No soy cabro. Y Gerson tampoco, creo.
–Ah ya.
–¿Qué más te dice Yola?
–Nada más. Sólo eso.
–A partir de hoy, vas a ver a Yola sólo los fines de semana, ¿entendiste?
Pero Mónica no me responde; no bien volvió a acomodarse, la televisión acaparó su atención. Me echo a su lado y nos tapamos con una manta de colores que la abuela Elsa nos regaló cuando vino de Jauja. A mí, además, me trajo un pellejo de carnero para ponerlo debajo de mis pies para cuando me siente a escribir.
–Tengo hambre.
–Hambre, hambre, hambre… Siempre tienes hambre –la rezongo.
Los ojos de mi hermana no tardan en mojarse y yo presiento que sus lágrimas desbordarán en cualquier momento. Y lo hacen: caen dos gotas que le deforman la cara. Llora secándose los ojos rápidamente, para no armar un escándalo.
–No llores.
–Pero es que tengo hambre.
–Ayer compré atún, ¿quieres?, o te compro una galleta en la vecina.–Una galleta, pero que no sea Soda ni Vainilla.
Me levanto de la cama lentamente, pugnaba por vencer mi flojera, mi eterna necesidad de descansar. Mónica ha dejado de llorar y ahora está sonriendo. Sonriéndole a la televisión, claro. A mí nunca me sonríe, conmigo siempre se queja, siempre llora, como si yo fuera la razón de sus melancolías.
Por eso, a lo mejor, para retribuir las penas que le provoco, siempre le estoy comprando alguna cosa para alegrarla aunque sea sólo un ratito. Un ratito es suficiente cuando se quiere a alguien. Un ratito y nada más.
Lima, 2011
Frialdad al escribir... admirable.
ResponderEliminarMe ha encantadooo... muchísimo. Eres un maldito escribidor.
ResponderEliminarque tierno y triste.
ResponderEliminarTiene de todo... si esta lectura fuera un dulce... sería sabor azucarado con centro ácido.
ResponderEliminarSaludos colega.
Hola Mikel, hace tanto que no sé de tí, cómo te va.
EliminarMe ha encantado... te he agregado al fb
ResponderEliminarAnthony, cuanto tiempo... te escribo desde Colombia, se t extraña en ikariam.
ResponderEliminarFascinante y desgarrador. Me ha gustado las imágenes que has usado...
ResponderEliminarweeon.. sta bacan.
ResponderEliminarOye amigo.. está bacan tu blog, me he leido todo.
ResponderEliminarAbrazos.
amigo me ha gustado como escirbes. felicidades.
ResponderEliminarTe estoy mandando un mensaje a tu correo. Espero que me respondas con prontitud. Necesito una crónica periodística. Tengo los datos. Te lo detallo en el mensaje.
ResponderEliminarK.
Te estuve esperando en el chat del fb.
ResponderEliminarxevr causa.
ResponderEliminarQUE TIERNO.
ResponderEliminarlindo, tierno y cruel.
ResponderEliminarcruel, cruel, cruel
ResponderEliminarAnthony.
ResponderEliminarte estoy enviando unos artículos para que los corrijas.
No te ubico en tu fijo... respóndeme cuanto antes porque son para un evento cultural de la semana que viene.
nos vemos
No dejo de leerte amigo.
ResponderEliminarClau.
Te agregué al FB. Aceptame pues.
ResponderEliminarHola, soy Anthony y no puedo comentar mi propio blog como usuario de Blogger.
ResponderEliminarLlevo horas intetando escribirles algunas palabras: Gracias por sus comentarios.
Abrazos desde Lima.
A.
me gustó
ResponderEliminarllevo tiempo siguiendo tu blog!!me encanta lo sigo y me llega al corazon gracias por hacerme sentir tanto=)espero que te pases por mi blog
ResponderEliminarhttp://unahuidahaciaadelante.blogspot.com/
me ha gustado mucho este
ResponderEliminar...saludos de coquimbo, anthony. cuando vuelves?
ResponderEliminarjuliana
Para mí este relato es el mejor de todos los que te he leído.
ResponderEliminarGracias, Nani.
ResponderEliminarEsta me encanta...
ResponderEliminarhola anthony soy bea del fb.
ResponderEliminar"Me incorporé de la cama lentamente, mientras pugnaba por vencer mi flojera, mi eterna necesidad de descansar" siiii que a veces me pasa estooo!!!! no lo pudiste decir con mejores palabras .... esta muy bonitooo!!!! Felicitaciones =) !!!!!!!!
ResponderEliminarGracias Sarai por tu comentario.
ResponderEliminarEstamos en contacto.