13 de julio de 2011

2004


Uno
Hilda se calatea, se deja hacer unas fotos en braguitas. Hilda usa unas bragas de señora que parecen más bien unos culotes. Hilda no es una señora, pero tampoco es joven, tiene la edad para ser señora pero no lo es y no le importa. O eso nos hace creer posando para la cámara como una conejita de playboy. La cámara usa rollo, todavía no son populares esas cámaras digitales como las que tiene el director, de dos megapíxeles. Hilda sonríe a la cámara. Piensa: todavía tengo lo mío en su lugar. Y también intenta convencerse a sí misma que las chicas no pueden ser tan malvadas como para difundir esas fotos cuando finalmente las revelen. Se equivoca. Las chicas sí son malvadas. Y revelan las fotos no bien llegan a Lima. Nos enseñan las fotos —que al rato circularán como contrabando por el salón—, pero antes nos hacen prometer no contárselo a nadie. Prometemos. Mentimos, por supuesto, porque no pararemos de hablar de las braguitas de Hilda durante meses. (Y algunos hasta escribiremos de ellas en el futuro.) Pero Hilda no sabe nada, no tiene por qué enterarse. Camina entre las aulas sin roche. Nos saluda alegremente, nos recuerda con simpatía y se pregunta adónde fueron a parar esas fotos tan sexys que se hizo cuando acompañó a los chicos de viaje de promoción.



Dos
Consuelo grita, grita, grita. Es brigadier general y no la queremos mucho, pero fingimos que sí. La abrazamos de cuando en cuando practicando exitosamente la hipocresía. Todos los profesores la quieren, ven en ella a una alumna ejemplar, una alumna excepcionalmente madura, excepcionalmente bonita, además. Y ella se lo ha creído y se esfuerza sobremanera por serlo. Pero no lo es. Llegó por fin el viaje de promoción. De repente nos hayamos conviviendo con ella más de una semana. Hemos estado en Cusco, Tacna e Ica. Y hemos descubierto que no grita tanto como en los salones. De pronto, la queremos —y mucho, mucho—, es una mujer sensible e inteligente que incluso puede cometer algunas travesuras subiditas de tono. Y las comete. Y todos la seguimos porque ella es una líder innata. Ahora todos juntos estamos viendo porno en un cuarto de un hotel de Tacna. Los chicos tenemos nuestros sexos enhiestos. Las chicas se ríen. El profesor, sin embargo, está durmiendo, pensando que esta noche, bajo la tutela de Consuelo, no podemos hacer nada excesivo. Se equivoca. Pero todos adoramos a Consuelo.

Tres
Antonio y yo hacemos caricaturas de los profesores y le ponemos letritas alrededor improvisando una tira cómica. Nos burlamos de ellos con afecto, pero sin mucho respeto. Los queremos a nuestra manera.
A veces también nos burlamos de nuestro entrañable amigo Jorge, el charapa, y su repetitivo: préstame tu liqui de hachazo. A Jorge, no obstante, nunca lo hemos dibujado porque no hace falta.

Cuatro
Yohana es bonita. Es la más bonita de la promoción. Es china. Se viste como las muñecas de antaño: zapatos de charol, medias dobladas por debajo de la rodilla y una falda con montones de pliegues. No le gusta que la abracen. Cuando la abrazan gira sobre su propio eje hasta que dejamos de hacerlo. Yo estoy enamorado de ella, pero no le digo nada. Todavía. Tiempo al tiempo.



Cinco
Alexandra, la chata, está triste. Nuestra mamiga Dalia parece que está embarazada y ya no vendrá a clases.



Seis
Farfán no sabe de historia pero es profesor de historia; no sabe de lógica pero es profesor de lógica; no sabe de geografía pero es profesor de geografía; no obstante, sí sabe de psicología —porque es psicólogo— pero no la enseña —ni la ejerce— porque tiene demasiados cursos qué enseñar. Farfán siempre empieza las clases elevando una oración. Para orar es imperativo cerrar los ojos para concentrarse. Cuando yo cierro los ojos no consigo concentrarme sino que pienso en mi profesora de inglés del ICPNA y en sus pantalones, por eso me quedo con los ojos abiertos a fin de evitar una bochornosa erección. Noto que Farfán tampoco cierra los ojos. Finge cerrarlos pero puedo ver sus pupilas a través de las comisuras de sus ojos. Caigo en la cuenta que de esa manera nos espía. Terminamos de orar. Farfán me llama a su escritorio, me exhorta a cerrar los ojos para la próxima vez que oremos. No sé si contarle el asunto de mi profesora del ICPNA y de cómo se ciñen sus pantalones a la altura de sus posaderas. Decido no hacerlo. Al fin y al cabo, no me gustaría molestar a un profesor tan genial como él. Todos lo queremos. Lo queremos porque se ha convertido en nuestro amigo y porque nos aprueba todas esas complicadas materias que él también desconoce.



Siete
Jean y Danielito son amigos —casi, casi hermanos—, se quieren, se besan, salen juntos, se tocan el trasero delicadamente.

Lima, 2011

14 comentarios:

  1. hahaha.... buenaa
    shai

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  2. Bonito... los años pasados son geniales... y el colegio es de lo mejor.

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  3. jaajaajaj--- la pasamo bien

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  4. holaaaaa... vives en lima?
    mis mail es: shainahere4u@hotmail.com
    chao.

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  5. todos añoramos los días pasados.

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  6. jajaja q buenaaaaaaa!!! el cole, esos momentos tan gratos xD
    muy buena nota Anthony!!! espero q los profes nunca lean lo de Hilda jajaja y lo mas chistoso, lo ultimo jeje ^^;

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  7. sí muy buena. provecho con las fotos..

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  8. jejejejejejjj los tiempos del cole inugualables.

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